TEPTC: Historia y diferencias diagnósticas con el TEPT
El Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) alude a una serie de alteraciones que ocurren como consecuencia de la exposición de la persona a un evento traumático que ocurre en su entorno, provocando la experiencia de completa indefensión y desesperanza (ej: guerras, desastres naturales, agresiones sexuales, etc). Dicho trastorno empezó a ser estudiado en el siglo XIX, con el psicoanálisis, pero no fue reconocido por los manuales de clasificación diagnóstica hasta 1980, con su inclusión en el capítulo de Trastorno de ansiedad del DSM-III (Maldonado, 2020).
Debido a las carencias que se fueron constatando en el TEPT para explicar buena parte de la sintomatología que expresaban víctimas de procesos de traumatización sostenida en el tiempo e infligidos por figuras principales de apego, en 1991, la psiquiatra Leonore Terr propuso distinguir 2 tipos de trauma en la infancia: el trauma tipo 1 consistiría en un trauma repentino y único y el trauma tipo 2 se caracterizaría por traumas múltiples y crónicos como el abuso sexual o físico repetidos. El trauma tipo 2 llevaría a síntomas más graves y estables (Terr, 1991).
La psiquiatra Judith Herman consideraba que, el concepto tradicional de TEPT, incluido por primera vez en el DSM-III, estaba demasiado vinculado a la sintomatología de los excombatientes de la guerra de Vietnam y que existían casos de trauma prolongado, como los padecidos por niñas y niños maltratados o abusados sexualmente, de forma crónica por figuras de apego. Así pues, en 1992, introduce el concepto de trauma complejo y propone la denominación de “Síndrome por estrés postraumático complejo” para estos casos.
Herman (1992) define el Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPTC) como una categoría diagnóstica con elementos compartidos con el TEPT, el trastorno límite de la personalidad, el trastorno de identidad disociativo y los trastornos de somatización, pero, a la vez, diferenciada de ellos y sostiene que, estos diagnósticos han sido históricamente aplicados a víctimas de trauma complejo, provocando que el origen de sus padecimientos haya permanecido oculto.
En esta primera propuesta, propone criterios diagnósticos para el TEPTC, considerándolo consecuencia de la exposición a un contexto traumático que puede durar desde meses a años, y que, generalmente, incluye abuso físico y/o sexual. De estas vivencias se deriva la sintomatología consistente en “alteraciones” en las siguientes áreas (Herman, 1992):
- Regulación de los afectos: manifestada por disforia permanente, impulsos suicidas, autolesiones, ira explosiva…
- Alteraciones de la consciencia: incluyen amnesia de los sucesos traumáticos, episodios disociativos, despersonalización y/o desrealización…
- Autopercepción: expresada por sensación de indefensión o parálisis de la iniciativa, vergüenza y culpa…
- Percepciones del perpetrador: incluyen preocupación por el perpetrador o por vengarse de él, valoración exagerada del poder del perpetrador…
- Disfunciones en las relaciones con los otros: aislamiento, distanciamiento, alteraciones en las relaciones íntimas, desconfianza constante…
- Sistema de significados: pérdida de confianza en apoyos, sensación de indefensión y desesperación (Brenninkmeyer, 2017; Herman, 2004).
En su revisión, Herman valoró que era necesario incluir el TEPTC en los manuales diagnósticos, considerando las limitaciones del TEPT, que no tenía en cuenta dos áreas principales de alteración:
- Sintomáticas: incluyó sintomatología que afectaba a múltiples dominios y que no quedaba explicada por el TEPT, como son la somatización, la disociación y los cambios afectivos.
- Categóricas: incluyó los cambios patológicos en la personalidad y en la identidad de la víctima. Es decir, en los casos de TEPT la víctima es consciente de que los cambios que presenta en su personalidad o identidad son debidos al evento traumático sucedido, mientras que en los casos de TEPTC la víctima no vincula las características desadaptativas de su personalidad o identidad actuales con los sucesos traumáticos vividos en la infancia.
En 2005, Van der Kolk, atendiendo también a las dificultades diagnósticas del TEPT en casos de traumatización temprana, propone incluir en los manuales el Trastorno Traumático del Desarrollo, como nueva entidad diagnóstica para los menores. Si bien su inclusión en el DSM no se llegó a producir, éste anticipaba también buena parte del perfil diagnóstico que, posteriormente, ha conformado la sintomatología propia del TEPTC, incluido en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11).
Posteriormente, en 2013, Van der Kolk también propuso el Trastorno por Estrés Extremo no Identificado (DESNOS), como entidad que amplificara las posibilidades diagnósticas del TEPT en adultos, que tampoco fue incluido en el DSM (Maldonado, 2020).
Así pues, actualmente el DSM-V aún no incluye una distinción diagnóstica entre el TEPT y el TEPTC, mientras que la CIE-11, que es utilizada globalmente junto al DSM, sí ha incluido (desde febrero del 2022 en España) el TEPTC como una categoría diagnóstica independiente, reconociendo las diferencias significativas entre el TEPT y el TEPTC. Esta inclusión en la CIE-11 refleja un avance en el reconocimiento de la complejidad del trauma prolongado y su impacto psicológico.
Veamos a continuación algunas de las diferencias más significativas entre el TEPT y el TEPTC:
El TEPT, incluido en el DSM-V, dentro de los trastornos por estrés, y en la CIE 11, dentro de la categoría de Trastornos de estrés postraumático, recoge sintomatología que ha sido causada directamente por el evento traumático, desarrollada como una reacción a éste (sintomatología reactiva) y que incluye (APA, 2014):
-
- Reexperimentación.
- Evitación.
- Hiperactivación.
- Afectación que causa malestar clínicamente significativo o deterioro funcional en las principales áreas de funcionamiento.
En casos de TEPTC, encontramos tanto sintomatología reactiva, propia del TEPT, derivada directamente del origen traumático (Espinosa, 2015), como sintomatología de acomodación y/o adaptación, cuya conexión con el origen traumático puede ser más difícil de establecer (Espinosa, 2015):
-
- Desregulación afectiva.
- Autoconcepto negativo.
- Alteraciones en las relaciones interpersonales.
- Deterioro significativo en las áreas principales de funcionamiento (social, familiar, escolar, laboral, etc).
Es importante tener en cuenta que, en casos de traumatización compleja, puede ocurrir que, la situación de vulnerabilidad en la que ha permanecido la persona superviviente haya motivado que la reactividad responda, tanto al daño infligido por otros, como al daño autoinfligido, a través del cual la víctima, siguiendo patrones relacionales internos aprendidos, se ha convertido en su propio agresor interno.
En estos casos será importante que la tarea, tanto terapéutica como pericial, sea proactiva y exhaustiva en la detección de posibles “tiranos internos” (creencias y/o voces internas que continúan maltratando porque han incorporado el rol que ejercieron las figuras maltratantes), así como en el posible no reconocimiento del daño o la normalización del daño vivido por parte de la víctima, ya que es posible que la persona no reporte toda la información debido a la propia desconexión y disociación, pero que es fundamental para poder hacer un diagnóstico preciso.
Así pues, el Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPTC) requiere una atención cuidadosa, no solo a los síntomas más visibles, sino también a los patrones internos que perpetúan el sufrimiento, a fin de promover adecuadamente la recuperación y el bienestar.
BIBLIOGRAFIA:
American Psychiatric Association – APA. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5 (5a. ed.).
Brenninkmeyer, F. (2017). Complex trauma in children: An overview of theoretical developments. En A. Hendry y J. Haster (Eds.), Creative therapies for complex trauma (pp. 22-41). Jessica Kingsley.
Espinosa Gil, R. M. (2015). El diagnóstico del trastorno por estrés postraumático en infancia y adolescencia y aportaciones para el trauma complejo. Proyecto de investigación.
Herman, J. L. (1992). Complex PTSD: A syndrome in survivors of prolonged and repeated trauma. Journal of Traumatic Stress, 5(3), 377–391. doi:10.1002/jts.2490050305
Herman, J. (2004). Trauma y recuperación. Espasa Calpe.
Maldonado Lopez, M. M. (2020). Trastorno de estrés postraumático complejo: Una revisión teórica. SUNEDU.
Terr, L.(1991). Traumas en la Infancia: Esquema y resumen. American Journal of Psychiatry. 148, 10-20.
Autoras:
Elena Hernández (psicóloga colegiada 23300) en colaboración con Cristina Pallares (psicóloga colegiada 31962)