El papel del apego en el desarrollo humano y en el TEPTC

El papel del apego en el desarrollo humano y en el TEPTC

Desde el nacimiento, los seres humanos establecen vínculos afectivos con sus cuidadores primarios, lo que influye profundamente en su desarrollo emocional, cognitivo y relacional. Este vínculo recibe el nombre de apego.

“Nos referimos al apego como el vínculo afectivo que se genera entre los bebés y sus cuidadores a lo largo de las interacciones (…) constituyendo un estado psicofisiológico y emocional interno que afecta al neurodesarrollo y que se activa en situaciones de dolor, fatiga, miedo o baja accesibilidad o responsividad de la figura de apego”

(Bowlby 1969, citado en Van der Kolk, 2015).

La Teoría del Apego, iniciada por el psiquiatra John Bowlby, explica la influencia que tienen las tempranas relaciones con las figuras de amor en el desarrollo de la personalidad y, en algunos casos, en el origen de la psicopatología.

El comportamiento de apego es aquel que tiene como objetivo conseguir o mantener la proximidad de otra persona que se considera más fuerte o capaz. Dicho comportamiento se inicia con las primeras interacciones del bebé con las figuras de protección y cuidado, las cuales determinarán su capacidad posterior para establecer vínculos afectivos (Bowlby, 2008).

Para un desarrollo armonioso de la personalidad es importante que el bebé pueda confiar en sus figuras de apego y que éstas sean capaces de contenerlo y protegerlo, a la vez que animarlo a explorar el entorno con confianza. La interacción que se establezca entre cuidadores y bebé explicará la calidad del vínculo y el tipo de apego que éste desarrolle.

La manera cómo las figuras de apego atienden las necesidades del bebé contribuye a determinar su desarrollo cerebral, psicológico y relacional y estructura sus creencias acerca del yo, del entorno y de cómo se relaciona con él, por ello, el patrón de apego a través del cual éste se relacione actuará como un factor importante de protección o vulnerabilidad frente al trauma que deberá ser tenido en cuenta en la evaluación de la sintomatología y de los patrones relacionales en casos de TEPTC.

Para que sea posible un correcto desarrollo cerebral, es necesario haber crecido en un entorno con figuras de apego que hayan permanecido presentes física y emocionalmente en la crianza, aportado sentido a su conducta, entendiéndola y conectándola con sus emociones. Esto permitirá desarrollar un sentido de confianza básica en el mundo, sentimientos de autovaloración y adecuadas capacidades para reconocer y prevenir el peligro y predecir y distinguir entre situaciones potencialmente seguras e inseguras.

Veamos de forma resumida los principales estilos de apego, para identificar su relevancia en el posible desarrollo del TEPTC (Van der Kolk, 2015):

  1. APEGO ORGANIZADO:

– SEGURO: Se expresa en personas cuyas relaciones con las figuras de apego se han mantenido reguladas emocionalmente y éstas se han mostrado accesibles, próximas y fiables, mostrando sensibilidad hacia las necesidades del bebé y promoviendo una experiencia de seguridad que le ha permitido explorar el entorno y desarrollarse emocional y cognitivamente de manera adecuada.

– INSEGURO: Dentro de éste podemos encontrar:

*AMBIVALENTE: Se puede desarrollar en relaciones en las que tanto puede haber exceso como defecto de proximidad por parte de las figuras de apego, baja fiabilidad en las respuestas, dificultades en la sincronía emocional, poca capacidad de afecto positivo y relaciones establecidas desde la ansiedad y/o cansancio, por lo que el niño/a aprende a captar la atención de la figura de apego mediante comportamientos activos y demandantes.

*EVITATIVO: Se puede desarrollar en relaciones en las que ha existido poca capacidad de afecto por parte de las figuras cuidadoras, poca proximidad física y emocional o, en ocasiones excesiva, pero con escasa sintonía respecto a las necesidades del niño/a, tampoco ha existido adecuada regulación y asimilación de experiencias negativas, que ha motivado que el niño/a haya aprendido a regularse mediante supresión emocional.

  1. APEGO DESORGANIZADO:

Este estilo de apego provendrá de figuras temibles o temerosas, ausentes, negligentes, disociadas y/o con patología severa, frente a las cuales, el niño/a estará expuesto/a a la paradoja de vincularse amorosamente con cuidadores que son, a la vez, el origen de sus miedos. Provoca sintomatología de mayor gravedad porque el niño/a no sabe cómo interactuar con las figuras de amor y esto provoca que no pueda acercarse, pero tampoco huir, porque ello comprometería la propia supervivencia.

En este “miedo sin solución”, tal como lo acuñó Mary Main, el niño/a hará todo lo posible por estructurar y organizar el apego, lo cual le expondrá irremediablemente a la desorganización porque, a mayor estrés, mayor activación del sistema de apego que promoverá mayor búsqueda de refugio seguro, y ésta, mayor exposición al miedo, y, consecuentemente, mayor desorganización y predisposición a la enfermedad mental grave y al TEPTC (Hesse y Main, 1995, citado en Van der Kolk, 2015).

La desorganización cerebral y del apego forman parte del funcionamiento del TEPTC y se evidencian en narrativas desorganizadas, actitud de inseguridad, desconfianza y recelo, dificultades para recuperar recuerdos de la infancia, comportamientos disociados, discurso desconectado de emociones coherentes, impulsividad, dificultades de autorregulación emocional, comportamientos temerosos o temibles y funcionamientos con mucho control hasta que se activa el sistema de apego que reactiva la confusión (Liotti 2011, citado en Silberg, 2019).

Como hemos podido ver, el apego desempeña un papel crucial en el desarrollo humano y en la respuesta al trauma. Comprender cómo las experiencias tempranas de apego influyen en la formación de la personalidad y en la salud mental es fundamental para identificar y abordar eficazmente los efectos del trauma en las personas.


BIBLIOGRAFIA:

Bowlby, J. (2008). A Secure Base: Parent-Child Attachment and Healthy Human Development (Nueva York: Basic Books, 2008), 103.

Van der Kolk, B. (2015). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Eleftheria.

Silberg, J. (2019) El niño superviviente. Curar el trauma del desarrollo y la disociación. Desclée De Brouwer.


Autoras:

Elena Hernández  (psicóloga colegiada 23300) en colaboración con Cristina Pallares (psicóloga colegiada 31962)